Fórmulas de sobrevivir ante la crisis

Por Josmary Nascimento G. y Ángel Silva-Arenas.

La ciudad se reinventa, adapta sus maneras y formas a las contingencias que el devenir económico, político, social e histórico le exigen. Adaptaciones que, en la mayoría de los casos, son concebidas más como fórmulas momentáneas de sobrevivencia que como estrategias racionales de desarrollo insertadas en proyectos colectivos a largo plazo. Tal vez esa manera de actuar sea parte de nuestra idiosincrasia, esa que juega a la filosófica premisa de vida del célebre personaje de la icónica novela de Ibsen Martínez, Por Estas Calles, Eudomar Santos, quien de manera alegre y despreocupada asentía: “como vaya viniendo, vamos viendo”.

En épocas de crisis económica e hiperinflación, el bolsillo se estrecha, el salario se vuelve “sal y agua” y la imaginación se crece. El venezolano ha tenido que buscarse un plan “B” que le permita unos ingresos adicionales y le expanda momentáneamente el horizonte presupuestario. Prácticas individuales que se repiten una y otra vez, transformándose en actividades grupales,  incluyéndole nuevos elementos al paisaje de nuestras urbanizaciones y calles.

Una de ellas ha sido la aparición de los llamados bazares vintage, ventas de garaje o mercado de los corotos —cada quien los llama como le parece—, aunque la finalidad sea la misma: desempolvar y limpiar los armarios y los baúles para ganar  un dinerito extra.

Esta práctica, que lleva arraigada muchos años en distintas ciudades del mundo y que se vuelve tendencia en nuestro país, se presenta como un espacio para pasear y divertirse, con algo de música, y la posibilidad de pasar un domingo diferente. Sin embargo, también sirve para adquirir objetos interesantes o retro, de esos que ya no se encuentran a nivel comercial, llenos de mucho valor económico y, algunos, cargados de nostalgia y  sentimientos.

Estos lugares de compra y venta empiezan a encontrar su sitio en Caracas y otras urbes del interior del país gracias a la iniciativa de aquellos que ven oportunidad en tiempo difíciles. En consecuencia, algunos no escatiman a la hora de ubicar su mercancía, y todo rincón es bueno, adueñándose muchas veces de las vías públicas y peatonales, en desmedro de la sana circulación, el libre tránsito, la limpieza y el ornato de la ciudad. Ejemplo de ello es el Mercado de los Corotos de Quinta Crespo, el cual se ubica desde la avenida El Carmen hasta las cercanías de lo que era Radio Caracas Televisión.

Pero no sólo el oeste caraqueño es huésped de postín de estos mercados. En el este también podemos encontrarlos. Basta visitar la salida de la estación del metro Parque Miranda, ubicada en la avenida Rómulo Gallegos, anteriormente conocida como Parque del Este, para ver cómo una cantidad de comerciantes informales, al mejor estilo de los ropavejeros de antaño, hacen de las suyas y toman la acera para mostrar sus insólitas mercancías, que van desde artefactos para celulares, relojes y pinzas de cejas hasta zapatos de segunda mano de alguna firma reconocida.

Pero no todo es improvisación. Existen algunos muy bien organizados y concebidos. En Caracas, son muchas las asociaciones que se han unido a esta tendencia mundial. Una de ellas es Vintage Market Venezuela, en cuyas redes sociales dan información de fechas y locaciones. Una de las más comunes es la Plaza Sucre del municipio El Hatillo. Durante todo un domingo, la plaza se cubre de puestos que venden desde antigüedades, discos de vinilo, juguetes, ropa y hasta una icónica lata de sopa Campbell al mejor estilo del pop art, representado por Andy Warhol.

Ahora bien, en nuestra ciudad ¿esto es moda o es algo más? Con la crisis económica que atraviesa el país, estos mercados vintage o de los corotos se han vuelto una necesidad para muchos. Son el escenario perfecto para deshacerse de artículos usados en buen estado que aún pueden tener algún valor monetario.

Para otros, son la manera perfecta de sacar provecho a objetos que están arrimados en cualquier esquina del hogar, acumulan polvo y quitan espacio. Así, aunque quizás la ganancia no sea tan grande, por lo menos se puede obtener algún ingreso de algo que se pensaba botar. Se puede vender un libro en mil bolívares, algún plato o pieza de la vajilla incompleta en cinco mil o mucho más… todo dependerá del material, la antigüedad y la destreza del vendedor. La ropa retro o de las décadas de los 70, 80 y 90, que ocupa espacio en nuestro clóset, puede ser para otros el comodín que creyó perdido.

La ocasión la pintan calva, así que déjese de sutilezas y métase en la onda de buscar en su casa esos corotos viejos con los cuales no hace nada. Recuerde que en estos tiempos cobra mayor vigencia el refrán que reza: “la basura de unos es el tesoro de otros”.

 

1 Comment

  1. Luisa Dìaz

    Hay que rebuscarse. Es parte de lo que la economía y la política hacen en este país. Buen texto,