Por Cody Weddle

Hace casi dos años y medio me encontraba en mi casa, ubicada en un pequeño pueblo en las Montañas Apalaches de Virginia, preparándome para realizar la gran mudanza que suponía trasladarme a Caracas, Venezuela.

Ya había vivido en Latinoamérica. Estudié como estudiante de intercambio en Quito, Ecuador y había visitado los países de Costa Rica, México y Colombia, con el sueño de algún día recorrer toda o casi toda la región, ya que pensaba que Venezuela era un país medio apartado de los demás y que quizás nunca llegaría a estas tierras.

En junio de 2014 me había dado cuenta que la realidad iba a ser muy distinta a mis planes originales, este país -del que no sabía mucho- sería mi nuevo hogar.  El 24 de ese mes aterricé -por primera- vez a la tierra de Bolívar, el Alma Llanera y de las mujeres bellas. La primera pregunta que me hice, luego de toparme con la vista de los barrios del Caracas desde el avión fue: ¿Esas casas son amontonadas una sobre la otra?

No conocía mucho de esta nación suramericana pero, como un miembro de la generación milenio que se respeta, hice mis investigaciones por Google y Wikipedia.  No negaré que mucho de las cosas que leía: crimen, inflación y escasez, me tenían aterrado.

Las próximas impresiones de Venezuela fueron derivadas de mi llegada al aeropuerto, entre las cuales recuerdo ese calor tropical que sientes al bajar del avión y que casi te asfixia, el escandaloso grupo de taxistas y asistentes, quienes de manera insistente te obligan a tomar sus servicios, especialmente cuando te ven cara de primerizo, como en mi caso. Tal fue mi apariencia de recién llegado que el señor que me ayudó con las maletas me pidió una propina en dólares y yo, sin pensarlo, dos veces le di $5.

Poco a poco me iba acostumbrando a esta forma de vivir del venezolano, a veces caótica, a veces relajada y siempre con algo inesperado.

Como extranjero, con una cultura distinta, he tenido mis choques, esos momentos incómodos, como cuando haces uso de la jerga venezolana, dándotela de que te la sabes todas y resulta que la frase o palabra que elegiste para socializar está fuera de contexto, es impertinente o inapropiada.

Después de casi dos años y medio viviendo aquí, uno se da cuenta que aunque Estados Unidos y Venezuela sean naciones hermanas existen esas diferencias significativas que, a veces, cuestan articularlas y que se sienten in extenso.

Sin embargo, como familia, logramos coexistir, tanto así que en ocasiones parece que la cultura gringa y la latinoamericana estuviesen bailando una salsa (¿o sería un square dance?). Lo nuevo de la cultura de la Tierra del Tío Sam, sea música, moda y hasta lenguaje, llega rápido a las costas venezolanas.  Las areperas ya existen en Estados Unidos, ojo y no sólo en las calles de Nueva York.    Un amigo recién me contó que probó una reina pepiada ¡bien resuelta¡ en un pequeño pueblo de Virginia.

Pero como seguramente reconoce la diáspora Venezolana viviendo en Estados Unidos, no todo es igual culturalmente hablando. A continuación trataré de articular esas sutiles diferencias, en oportunidades muy difíciles de describir, sin repetir aquellas estereotipadas, que ya hemos escuchado miles de veces.

Tradiciones y Costumbres

Definitivamente éstas se han mezclado bastante, pero aun persisten las propias de cada lugar, aunque aquí Halloween es todo un boom.

Sin embargo la transculturización, el mimetismo y la solidaridad propia de los amigos de estas tierras hacen de las suyas. Así lo pude constatar en Noviembre de este año, cuando empecé a quejarme de que iba a perder otra cena del Día de Acción de Gracias. Esta es mi festividad preferida, pero aquí no se celebra.

Sin embargo, para sorpresa mía este año si lo hice, al menos en una casa caraqueña, la de mis amigos súper panas, quienes escucharon mis quejas e hicieron realidad mi sueño. De modo tal que, como milenios, buscaron en Google cómo hacer la comida tradicional de ese día y me obsequiaron una velada feliz. !Les quedó espectacular!

Hay tradiciones venezolanas que me sorprendieron.  Por ejemplo, casi no pude creer que, a veces, la familia de un fallecido se queda la noche en la funeraria (¡qué espeluznante!).

Aquí pareciera que las rumbas son interminables. Lo descubrí las primeras veces que salí de fiesta aquí, especialmente cuando  a las 3 de la mañana yo siempre estaba dormido y mis amigos locales, con más energía que nunca, seguían en pie, como si nada (en Virginia los bares cierran a las 2 por ley).  Así que si quiere rumbear, ¡véngase pa ca!

Halloween, es una tradición extranjera que hace de las suyas en Venezuela. Foto: @800christy

La puntualidad y la espontaneidad

Seguramente has escuchado el estereotipo: Los Latinos no son los más puntuales y los gringos no son muy espontáneos. Me corrijo este estereotipo es, por lo general, la verdad.

Es que en estos lares, en ocasiones, existe un concepto muy distinto del tiempo.  Me recuerda una parte de la novela de Gabriel García Márquez La Crónica de una Muerte Anunciada,  la cual leí recientemente.  Un familiar de Santiago Nasar lo está buscando para evitar que lo maten pero -de repente- un vecino anciano le pide ayuda a esta persona con un quehacer cotidiano de la casa.  Y, en ese momento, éste entra en la casa del vecino, lo ayuda sin explicaciones o pensarlo dos veces. Conclusión; lo otro puede esperar.

Simplemente si algo surge en el camino del Latino, por lo general, ellos atienden el asunto sin importar si hay que desplazar las otras tareas del día.  En cambio, nosotros tenemos nuestra agenda de cosas qué hacer y no la desviamos.

Y ese concepto de tiempo que aquí se entiende (hasta un punto), envuelve a todos, inclusive a mí.  Yo me he acostumbrado demasiado, tanto que, por ejemplo, me pidieron este escrito hace una semana y apenas lo estoy entregando (¡qué pena!).

Quizás por entregarnos tanto a nuestra agenda, nosotros, los gringos, no nos gusta mucho la espontaneidad.  Tantas veces mis amigos venezolanos han llegado a mi casa un domingo y de repente me dicen: “!vamos a la playa!”  y aunque no tenga nada que hacer, algo me dice que debo decir que no por el simple hecho de que me estoy enterando de esos planes el mismo día.  En mi país hace falta un mes para planificar una salida a la playa!  ¡Qué tal!

Situaciones sociales

A los venezolanos les gusta socializar, sea donde sea, en consecuencia no hay excusa para dejar de ir a una rumba,  charlar con un desconocido en la camionetica o celebrar en la oficina el cumpleaños de un compañero de trabajo. Les encanta hablar, conocer, y conversar del tema que sea, tanto así que parece que se emocionan al ver que alguien anda con las trenzas de los zapatos sueltas para poder decirles simplemente que las amarren. En este caso satisfacen su necesidad y evitan un accidente.

Nosotros, en cambio, no somos asociales, simplemente quizás más reservados. Con la gente desconocida somos más cautelosos, menos abiertos, y con menos confianza. Se puede conversar con alguien desconocido pero solamente se puede tocar los temas políticamente correctos.

Jamás olvidaré el taxista que cuando me monté en su carro, me empezó a contar cómo su esposa se acababa de enterar de su amante.  Me echó el cuento tranquilamente, como si fuese su mejor amigo de la vida, y hasta consejos me pidió.

Estoy convencido de que no hay mejor país para un extranjero que Venezuela, una tierra donde te invitan, te hablan y te tratan como si fueras uno de ellos. Yo lo he experimentado, particularmente cuando mis hermanos venezolanos se emocionan al presentarme con orgullo a sus panas: “Mira, él es mi amigo gringo!” Un lugar maravilloso en el cual ya llevo tres años viviendo, que ha tatuado mi vida, mi corazón y del cual les seguiré relatando en las crónicas de un extranjero en mi ciudad en este novedoso portal.

3 Comments

  1. Jehankarlz

    MUY CHEBRE TU ARTICULO CODY COMO DICEN EN VENEZUELA (((((( ESTA FINO)))))

    ESPERAMOS TUS PROXIMOS RELATOS DIOS TE BENDIGA

  2. GISMARY GONZALEZ

    Me encanta tu escrito! Pues, así somos los venezolanos.